Querida hija:
Sé que muchas personas se conforman, o solo aspiran, a mejorar un poco sus circunstancias y que pocos estamos realmente dispuesto a cambiar, pues esto último implica atreverse a ser libres y como se sabe tan poco de la libertad, asusta.
Cambiar implica estar dispuesto a soltar todos aquellos conceptos aprendidos, heredados, auto programados que pensamos que constituyen nuestra “seguridad”, es por esto que mejorar las circunstancias parece más prudente que luchar por un cambio profundo, estructural, que nos enfrente, en total libertad, a preguntarnos si estamos dispuestos a rehacer, reinventar todo cuanto no funciona, todo lo que no nos hace feliz, como individuos y como humanidad.
Cambiar es una responsabilidad individual, que si visualiza la satisfacción personal de la mano con el bien común, forma sociedades sanas de colaboración y equidad.
Como humanidad hoy estamos enfrentados a la urgencia de sanarnos y definir en nuestra estructura individual y colectiva, los fundamentos de una existencia basada en lo que promueva la felicidad. Educarnos para ser seres integrales consientes de sí mismos y de las diversas familias que configuramos; parentales, ciudadanas, planetarias, universales. Las materias de las aulas han quedado obsoletas por si solas, aceptar esto es también aceptar que el sistema completo está obsoleto y los sistemas los constituimos las personas, por eso nosotros debemos cambiar. Si todos descubrieran que el cambio es una oportunidad, una aventura en la que a mayor libertad mayor satisfacción, sin duda alguna se abrirían las grandes alamedas y el cielo.
Yo te digo hija mía, que aunque las circunstancias aparenten estar a favor de la resistencia al cambio, este llegará de todas maneras, pues está en juego la sobrevivencia de la humanidad y nos caracteriza la resilencia, de una u otra forma las conciencias se iluminarán y lograremos pasar de curso para vivir una vida donde la equidad, la solidaridad, la paz, serán nuestro diario vivir. Es en el convencimiento de que esto “es posible” que se mantienen vivos los corazones de aquellos grandes locos y valientes, como tú, yo y muchos más, que no nos conformamos y no descansaremos, pues allí radica precisamente nuestra felicidad.
Con todo mi AMOR e incondicionalidad, tu madre.