Culturalmente hemos ejercitado este tipo de relación
desde la definición que le otorga una etiqueta; amigos con ventaja, amantes,
novios, convivientes, esposos… Según el nombre que acordamos para la relación,
se establecen espacios y tiempos para compartir, así como círculos humanos,
responsabilidades y derechos. La base para otorgar estas etiquetas, puede
originarse; en la biología, en las emociones, en las expectativas, en las
creencias o en la sumatoria de algunas o
todas las anteriores. En la medida que estos individuos comparten y hay
coherencia entre el rótulo, lo que hacen, lo sienten y lo que piensan, habrá
armonía. Sin embargo las posibilidades de que esto ocurra y sea sostenible en
el tiempo son extremadamente difíciles, pues estamos hablando de dos Universos
vivos (entidades complejas), y que como tales cambian constantemente,
desafiando al “otro” en una demanda de atención que implica ir descubriendo o
develando todo ese mundo. El asunto es que como existe una etiqueta, se siente
que hay que ir calzando con ella para que la relación perdure y en el mejor de
los casos se va cambiando la etiqueta para calzar con la nueva serie de expectativas.
Todo esto ocurre básicamente en el espacio mental, con todas las ataduras que
uno y otro albergan allí, producto de sus historias, familias, culturas, etc. Mientras más espacios-tiempos se compartan, la
relación será más compleja, como una receta de cocina que lleva varios y
diversos ingredientes, haciendo que el deseo de “calzar” se vuelva una batalla
interna y externa, tremendamente agotadora, por lo que aquello que empezó como
una experiencia nutricia en algún aspecto, se vuelve algo desgastante de lo que
probablemente ya no queramos participar.
Volvamos a la definición del comienzo de este texto, y
analicémosla desde la perspectiva de la experiencia humana hoy, “una relación de pareja existe en ese
Espacio-Tiempo que comparten dos individuos que han decidido experimentarse en
ese contexto”.
Dos INDIVIDUOS, seres humanos únicos e irrepetibles,
unidades biológicas espirituales de percepción DIFERENTES. Asumiendo esto,
tenemos que abandonar esa creencia de “fusión” entre los individuos, creencia que
nos empuja a la pérdida de nuestras identidades en el supuesto que esto es
crear la relación. Si bien, como seres espirituales, tenemos acceso a momentos
de fusión con otros y con toda la existencia, porque en el plano de lo esencial
si somos lo mismo, en el contexto de lo humano, aún estamos en un ejercicio
bastante más básico, el que nos entrena para esa evolución y ese nuevo modelo
humano, pero primero hay que aprender esta lección, la del individuo.
Dos individuos DECIDEN experimentarse en el CONTEXTO de
pareja. Aquí tenemos que asumir una decisión “personal”, que si bien es
compartida con otro, lo que implica estrictamente, es que no hay posibilidad de
ser víctima en el desarrollo de la convivencia, pues cada uno ha decidido
participar de esa experiencia y tiene la libertad de dejar de hacerlo. La otra
clave en esta frase es “contexto”, pues ya no dependemos de una etiqueta para
definir lo que estamos acordando, sino que estamos creando en el acuerdo, una
trama en la cual compartir con el otro. Esto nos lleva a otra parte de la
definición “una relación de pareja EXISTE en el ESPACIO-TIEMPO que comparten” es
decir que estos dos individuos que han decidido experimentarse en el contexto
de CREAR una pareja, pueden hacerlo, en la medida que hay un espacio y un tiempo
que los reúne y será allí a partir de lo que ambos hagan, y cómo lo hagan, lo
que estará construyendo su relación de pareja. Si en ese espacio tiempo creamos
actividad sexual, esa será nuestra relación, si creamos actividad social de
entretención, esa será nuestra relación, si creamos proyectos como una vivienda
común, o creamos hijos en nuestro encuentro, entonces eso estará siendo nuestra
relación, todo el entramado que decidamos crear en el encuentro con el otro
será la relación. Tan fundamental como todo eso, es tener conciencia de que podemos crear desde la
discordia, la competencia, la manipulación o crear desde la colaboración, el
disfrute, la libertad, el respeto, el Amor… lo cual dependerá de que quienes
somos como individuos.
Creando relaciones de parejas desde individuos
consientes, en un profundo contacto con el momento presente, lo que sucede
energéticamente es mucho más que la suma de las partes, pues se crea un nuevo
campo, el campo de lo que potencian el uno en el otro. A sí mismo, dos individuos que se reúnen desde
la competencia y el control, generan fugas
energéticas, las que percibimos como desgaste o como una ola de energía momentánea
que puede volverse tremendamente adictiva.
Entonces la invitación es a que nos relacionemos responsablemente,
consientes de lo que creamos y desde donde lo creamos, así esa experiencia será
un contexto de evolución para cada uno y una guía para el desarrollo humano. La
elección siempre es nuestra.
Sembrando Amor, Marcela
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